Sensor de la M9

Las Leica de película costaban mucho dinero. Para que sirva de referente, mi primera M4 con un Elmar 50 colapsable costó más o menos lo que un coche pequeño de aquella época. Es decir, era pasta por una cámara de fotos cuando ya la Nikon F andaba por el mundo con su Photomic y a un tercio o cuarto de precio.

Pero Leica ofrecía una confianza que Nikon no daba. Sabías que los japoneses usaban electrónica aunque en aquella época se puede decir que todos, aficionados avanzados y pros, tiraban blanco y negro. Para qué querías circuitos salvo para que la cámara se estropease antes y depender de unas jodidas pilas.
Leica, además, era una inversión para toda la vida. Entonces las cosas se hacían para durar. El mismo año que compré la M4 compré también una lavadora AEG. Era alemana, no se fabricaba aquí y costaba más que las nacionales. La tiramos todavía funcionando como 30 años después. Era más simple que el asa de un cubo pero lavaba muy bien y no se estropeaba. Esa era la filosofía entonces. Y lo mismo podría decirse de Linhof, de Sinar, de Contax o Hasselblad.
Los japoneses terminaron imponiéndose y más cuando la gente comenzó a tirar color. En un momento Leica se quedó fuera de juego y eso les llevó a meterse en un jaleo espantoso que casi da con ellos en tierra. A partir de ese momento fueron cada vez a peor en las cámaras de película. Hasta el punto de que la M6 lleva un cuerpo de cinc cuya única protección es un galvanizado similar al de los canalones de los tejados o los calderos metálicos. Y la gente siguió fiel a la marca, yo mismo tuve dos M6.
Es ahora, (con M7, MP y M-A), cuando Leica ha vuelto por sus fueros, con tecnología de pequeño taller artesanal sin pretensiones de gran fábrica. Incluso la M7, que incorpora una circuitería más complicada que la MP (que es una M6 bien fabricada), es una cámara robusta, hecha con materiales de primera y no te deja tirado si se agotan las pilas.

Sin embargo la fabricación de objetivos ha ido por otros senderos. Leica nunca ha caído en la tentación de bajar calidad para abaratar el producto. Ha seguido fabricando unos objetivos magníficos, robustos y pensados para que duren toda la vida. Fue a partir de la chorrada del bokeh (¿cuándo había usado un fotógrafo de Leica eso que llaman bokeh?), que no era más que un guiño a potenciales clientes japoneses que, hartos de tecnología, miraban a la mítica marca germana. Hoy, como sabéis, Japón se encuentra entre los principales clientes de Leica. Es posible que sea, en relación a habitantes, donde la marca coloque más productos. Aunque chinos y rusos vienen pegando duro y, si no me han mentido, compran las ediciones especiales "a puñaos". Pero eso es otra cosa, es que no saben qué hacer con tanto dinero.

Lo he dicho muchas veces en el foro: ¿la carcasa de un tanque para alojar obsolescencia programada? Parece mucho dinero por sólo eso. Es como si al comprar una impresora de chorro de tinta que sabes que vas a tener que tirar en un par de años encontraras que es de bronce o aluminio mecanizado y te cobraran por lo exclusivo del producto.
¿Dónde está la calidad? ¿En lo bien que pueda imprimir o en la carcasa? El drama de los sensores de las M9 nos está enseñando de un modo muy duro lo absurdo de la propuesta.
-Oiga, si el sensor es una castaña y se va a fastidiar enseguida no lo meta usted en un recipiente tan lujoso.
¿O tal vez es que pagamos el caché, el punto rojo o la historia de la marca creyendo que eso nos va a hacer mejores fotógrafos?