Trabajar con dos cámaras

En la calle no parece apropiado por el cantazo que se da. Adiós a la idea fundamental de que eres un gili que anda tomando fotos a las cosas más tontas. O sea, ocultar la mirada del depredador que siempre alerta a las víctimas porque la sienten –cuestión ancestral– en el instinto dormido.

Las dos cámaras son, o eran, para las fiestas populares, para las movidas, donde nadie se preocupa de ti y le importa un carajo si haces fotos o te machacas una oreja con dos piedras.
Solía hacerse llevando en una un 35 y en la otra un 50 o bien un 50 y un 90 o 135.
Como aparatos podían ser dos Leica o bien una Leica para la focal más corta y una reflex ligerita para la larga. Se me ocurren muchas posibles combinaciones pero la imaginación de quien lee sabrá completar esta parte.

¿Color y blanco y negro? Ni hablar. O una cosa o la otra. Por dar coherencia al reportaje y porque no se piensa del mismo modo (no se piensa con los ojos, claro) según lo que estés manejando. El chip mental del color no tiene nada que ver con el del monocromo. Mezclarlos es la mejor manera de terminar con un churro sobre la mesa de luz.

¿Una apuesta ganadora para hoy? Una Leica M para focal corta y (oh delicia, gracias a Joan) una Nikon FM3a con un 50 de los de un toque y enfocado. Ligereza, fuera cañonazos y máxima calidad en tamaño contenido. Correa corta para la Leica y larga para la Nikon. Así ha trabajado gente muy grande y por los libros y museos anda su obra.

No puedo con dos cámaras, incluso con dos objetivos! Con una me basta.