Depardon ataca de nuevo.

Me ha gustado siempre Raymond Depardon, incluso cuando no le salen las cosas bien. Es un fotógrafo que está siempre en el filo de la navaja: sus fotos son o no son nada. Parecen fotos muy fáciles y es justo lo contrario, son dificilísimas porque apenas tienen asideros. Mirad la red y veréis miles y miles de fotos que aspiran a ser Depardon (muchas veces sin conocerlo) y sólo producen bostezos.
Es un fotógrafo que apenas ha cambiado en 40 años. Lo descubrí, en pleno éxtasis HCB, con aquel libro suyo sobre la granja de su familia: nada de momentos decisivos, sólo la visión emotiva de un pasado que va a desaparecer. Después le he sido fiel libro tras libro porque es un hombre que habla con su propia voz, lejos de modas e ideas preconcebidas.

No sé si conocéis Glasgow. Yo he estado por allí un par de veces años atrás, antes de la crisis, y vi que la cámara ama esa ciudad. Depardon me obliga a rascarme el bolsillo. Ya me diréis.

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Depardon hizo este trabajo con una Leica R y película Kodachrome 64. No especifica qué R y la Kodachrome (nada similar hoy) ya no existe.