Vergüenza ajena

Esta tarde he gastado una hora de mi tiempo oyendo por la radio a un fotógrafo anciano al que conozco bien. Después de oírle, de catar su amargura, su resentimiento que no se extingue, he pensado que una vida así no vale la pena.

La mayor parte de la entrevista ha sido poner a caldo a todo el mundo de su época. Ese tipo de gente que calificando a alguien de "franquista", por ejemplo, ya anula su obra, queda condenada y es digna de vilipendio.

Como le conozco bien sé que, aunque le han hecho unas cuantas faenas que a todos nos han hecho (a quién no) todas las decisiones de su vida las ha tomado libremente. Ha preferido vivir bien a seguir haciendo fotos, dedicarse durante demasiados años a la fotografía comercial y ganar mucho dinero que ha gastado en ser un bon vivant.
Nadie es culpable de que él eligiera su destino.

Pero yo sí soy culpable de haberme movido para que le diesen un gran premio honorífico y económico, sin duda impresionado por cosas que no eran del todo ciertas.
No me arrepiento porque actué de buena fé e hice lo que no hago para mí: pedir favores a amigos poderosos. Con su pan se lo coma.