¿Sabéis lo que me pasa con el digital?

Que me aburro, cagonsós. Que todo es previsible, que no ha lugar a la sorpresa ni en el buen ni en el mal sentido, que previsualizo la escena y queda tal cuál. Un petardo cuando no estás trabajando en serio sino tomando "fotos al paso".

Ese proceso del analógico en el que previsualizas la foto, disparas, te olvidas porque viene la siguiente, terminas el rollo, lo guardas en la bolsa y a la nevera hasta el momento de revelar (si lo pones en frío no hay diferencia apreciable cuando reveles). Y para cuando reveles ya todo es una nebulosa, no te acuerdas de nada en concreto sino de cosas e imágenes vagas.

Después viene la emoción del revelado. Digo emoción y no sorpresa porque si eres consistente de un revelado a otro sabes que todo estará bien. Aparecen los negativos todavía húmedos, echas un primer vistazo y ya estás viendo algo que podría justificar el rollo, o eso crees.

El cortado de los negativos en tiras para archivar, el printi file o el clear file, la caja de luz, la lupa de negativos que ya permite un juicio. El corazón que se te acelera cuando ves que alguno de los negativos que estás mirando puede ser un crack. El hacer la hoja de contactos o su equivalente digital (si escaneas a muy baja resolución puedes decirle a Photoshop que te genere una hoja de contactos e imprimiarla; en otro caso utilizas papel RC y la haces por medios químicos. El marcado de los negativos (yo utilizo algunos códigos de colores, el rojo para los positivables seguros).

Y qué decir de esa obra de arte que es una copia bien hecha? Sacarle todo el partido al negativo, más allá de una straight copy, que servirá de guión inicial para anotar encima y delimitar áreas. Tener en cuenta el dry down, coger una tira de tiempo perfecto y secarla con el secador, verla a la luz del día y calcular ese factor para que la copia final no falle por ningún sitio.

Egoístamente digo que si tengo cuatro o cinco mil imágenes prefiero lo digital, ver en el ordenador, abrir diferentes carpetas, pasar de unas a otras las fotos, hacer la selección de la selección y acabar quedándote con treinta o cuarenta que han pasado por todas las pruebas, a veces el ojo crítico de los amigos cuando tú estás saturado, asqueado de tantas imágenes, cuando no sabes separar lo fotográfico de lo biográfico (pero debes hacerlo porque es tu obligación), no recordar las circunstancias de la foto, haber pasado todo eso por encima y verlas con mirada limpia. Bien, entonces enviárselas al impresor, a alguien de tu confianza que te entiende y sabe lo que buscas y cómo prefieres los positivos. Recibir las primeras pruebas seleccionadas, darles el visto bueno y transmitir el Ok al impresor. Recibir el paquete y darte cuenta de que aún sobran dos, o cuatro o seis...

Lo dicho, para trabajar duro, el digital. Para pasarlo bien, lo analógico.

Lo mío es justo al revés: mi vida fotográfica ha sido completamente analógica y me vi hace unos años tratando de acoplarme a un nuevo sistema fotográfico. Por suerte no me resistí a la informática como hizo otra gente de mi edad y eso ha facilitado las cosas.

Yo me refería, como apunta El Rojo, a un tipo de actitud, mucho más intensa cuando disparas en analógico porque cada disparo cuenta. Es algo así como si tienes un revólver con una sola bala y has de apurar mucho el tiro para no malgastarla o un arma de repetición con un sinfín de proyectiles. O algo así.